domingo, 10 de enero de 2016

Disfrazado de amor propio.


Mis ojos fijos en tu exuberante sonrisa. 

Ellos tan tuyos y ella tan mía, tan a por mí. 

Lo lacio de tu cabello me hacía imaginar 
que gran placer sería conformar las cerdas del cepillo que peinan tu cabello, que magnifica
y espiritual belleza que irradias. 

Eres, eras todo lo prohibido que alguien puede sentir por alguien semejante.
Es, era un secreto estos pálpitos que además de en mi pecho, 
se producen en mis manos. 

Ese cosquilleo que me hiciste conocer, quería tocarte... 


Y al extender mi mano, luego de colocarme en una firme posición para asumir 
las consecuencias de su excelencia... 


Tuve que desviar la trayectoria de mis palmas porque tras parpadear por lo menos un millón de veces, noté que la belleza que admiraba, era mi reflejo. 




Nunca me quise tanto como en este momento,

momento para justificar mi narcisismo
disfrazado de amor propio.

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