viernes, 1 de abril de 2016

Sinfo-NIA.

Siempre me han encantado esos días en los que te levantas con la convicción de amarrar la rutina a tu tobillo, porque en lo mas recóndito de tu ser se alberga el aprendizaje que traemos de la "fabrica de clones" y todo eso se viene abajo cuando tu corazón se calienta por la presencia de un ente de luz. Inesperado pero de las casualidades más hermosas que la causalidad del universo tenía reservada para mí, ella. Ella en su infinidad, siendo plena porque decidió sentirse plena y bella, una belleza que duele, duele mirarla, duele sentirla pero es un dolor necesario, un dolor indispensable.
Quería adueñarme de esa sonrisa, exponerla ante todos, ver las semejanzas en sus reacciones y hacer con sus ganas de tenerla, una escalera para dormir en las nubes porque lo más cercano a describirle es el cielo, todo lo celestial, todo lo que este a la altura de un Dios autoproclamado rey porque puede. A los pocos segundos de recibir todo lo trágico en el romanticismo que fui creando al compás de sus caderas, en el camino abierto entre sus manos por su cabello, me di cuenta que coloreaba llena de afan, con mi amor las lineas que contornean su armonía. Me conoce para amarme, me ama para conocerme y me dejo arrastrar por sus aguas rebosantes de pasión. Es arte, es sensación. Contradicción.
Mis límites tenían dos etapas, donde existen, donde actúan, donde son ignorados y donde sus frases son puntuales, correctas, llenas de sabiduría, de cariño, de conciencia, de ella, por ella pero para mí, para todos; de todas todas los traspaso, los rompo, mis anhelos no pueden, no deben, no quieren sentirse atrapados, humillados por las cosquillas en todos lados y dominada por el deseo de un siempre estaré, debajo de un nunca te haría daño. Las memorias son el principal motivo de que no me importe el frío del piso al colocar mis pies en él cada mañana porque a partir de ese momento, comencé a vivir, comencé a ser, comencé a amar(la).